De adolescente tuvo el arrojo de hacer llegar a Benny Goodman los arreglos que escribía. Arreglos que el genio del clarinete le devolvió con la recomendación de que estudiase más.
Y lo intentó. Se matriculó en la Juilliard School, pero la guerra se interpuso y le mandaron al frente europeo como soldado de infantería. Una vez más, Henry no se arrugó y pidió el traslado a la Fuerza Aerea, donde acompañó al cantante Tony Martin y donde le escuchó el director de la huérfana Orquesta de Glenn Miller que le contrató como pianista y arreglista.
Allí, Mancini conoció a la que sería su esposa, Ginny OConnor con la que se fue a vivir a Los Ángeles, que, como todo el mundo sabe, está muy cerca de Hollywood.
En el 52 le encargaron en 1952 la banda sonora de Perdido en Alaska, una película de Abbot y Costello, a la que seguirían un centenar más de bandas sonoras en apenas siete años. Y, cosas del destino, participó en las películas que se filmaron sobre las vidas de Glenn Miller y Benny Goodman.
Ya en el 58, a Mancini le encargaron la música para un proyecto tan genial como maldito: Sed de Mal, una película que iba a ser alimenticia para Orson Welles.
Mancini siempre dijo que la banda sonora de Sed de mal fue uno de sus mejores trabajos. Y tenía razón, porque, gracias a él, un joven director, Blake Edwards, se fijó en él y le contrató para uno de sus primeros proyectos, Peter Gunn. Con esa música, Mancini ganó sus dos primeros grammys.
Y llegó, en 1961, Desayuno con diamantes que fue la apoteósis. Cinco grammys y dos oscars y una canción, Moon river, de la que se han grabado más de mil versiones y que tiene el honor de haber sido el sencillo más vendido en los sesenta.
Después vendrían la inolvidable Días de vino y rosas La pantera rosa La carrera del siglo . El guateque Charada Dos en la carretera Victor o Victoria y un largo y lujoso etcétera. En fin, todo un capítulo de la historia de la música y el cine que puede resumirse en una cifra: 72 candidaturas a los grammys.
Un cáncer se llevó a este músico genial el 14 de julio de 1994. Pero basta escuchar las primeras notas de cualquiera de sus melodías para combrobar que es universal.